Teseo y el Minotauro
Hace muchísimos años, existía una ciudad lejana, Atenas. Era una ciudad grande y poderosa, frente al mar. Desde el puerto de Atenas, todos los días, zarpaban decenas de barcos. Y en las calles de la ciudad, bajo el alto sol, la gente trabajaba y era feliz.
Sin embargo, cuentan los que saben, que tan grande y tan poderosa como Atenas era la cercana isla de Creta, gobernada por el rey Minos. Y Creta no era una ciudad común, no señor: en Creta había un laberinto gigantesco y enredado. Y en el laberinto vivía el famoso Minotauro, un terrible monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro.
Se cuenta que un día Atenas y Creta se enfrentaron en una larga guerra. Y al final, luego de mucho tiempo, los atenienses perdieron. Entonces, el rey Minos les impuso un castigo cruel:
-Cada año- le dijo Minos al rey de Atenas- enviarán a Creta siete muchachos y siete muchachas para alimentar al Minotauro. Si no lo hacen, toda Atenas será destruida.
Cada año, durante años, Egeo envió a catorce jóvenes de su reino en un pequeño barco, a Creta. Dicen los que saben que, entonces, Atenas cambió. Se volvió una ciudad triste, donde parecía no brillar el sol y las personas deambulaban melancólicas. Pero un día... Teseo volvió a Atenas. ¿Y quién era Teseo? Era el joven hijo del rey, que se había criado lejos de la ciudad y ahora regresaba...
Se cuenta que ese día Teseo escuchó atentamente a su padre mientras contaba lo que había sucedido en la ciudad y el castigo que sufrían. Luego Teseo exclamó:
Se cuenta que ese día Teseo escuchó atentamente a su padre mientras contaba lo que había sucedido en la ciudad y el castigo que sufrían. Luego Teseo exclamó:
-Por favor, padre, déjame ir a Creta. Intentaré salvar a los jóvenes y matar ala Minotauro...
Dicen que el rey se enojó tanto con el pedido de su hijo que lo echó del palacio. Pero Teseo insistió, un día tras otro. Se paraba frente a su padre y durante horas le pedía, le rogaba, le suplicaba... En fin, lo enloquecía. Y así fue como al final el rey cedió y, un poco lloroso, lo dejó ir.
Al día siguiente, un barco salió del puerto llevando a los trece jóvenes y a Teseo. Por la noche, llegó al puerto de Creta. Allí estaba el mismísimo rey Minos, que se llevó a los prisioneros encadenados por las angostas calles de la isla y los encerró. Y aunque no lo crean, ahí empezó el final de esta historia. Porque en ese momento, la princesa Ariadna, hija del rey, vio pasar a los prisioneros. Vio al fuerte Teseo, que caminaba muy erguido, como si no tuviera miedo. Y se enamoró locamente de él. Se cuenta que durante largo rato Ariadna se quedó mirando la nada y pensando profundamente. ¿En qué pensaba? ¡En salvar a Teseo, claro!
Por suerte, era una chica inteligente y sabía mucho de laberintos y de monstruos, porque había nacido en Creta. Entonces... esa noche, se metió sigilosamente en la cárcel, se acercó a la celda de Teseo y le puso en las manos un puñal y un ovillo de hilo. Luego susurró:
-Toma, Teseo. Con este puñal podrás matar al Minotauro y con este hilo te guiarás dentro del laberinto. Dicen los que saben que Teseo se quedó muy sorprendido, pero se guardó bien guardados el hilo y el puñal.
Antes del amanecer, el rey Minos se llevó a los atenienses para entregarlos al Minotauro. El sol había salido apenas cuando las puertas del laberinto se abrieron y los catorce jóvenes entraron. Entonces, Teseo ató a escondidas una punta de su ovillo en la puerta y dijo:
-Por favor, déjenme avanzar a mí primero.
Y allí fue. Caminó despacio por un lado y luego, por otro. Siguió dando vueltas, girando una y otra vez, mientras sentía cómo se iba desenrollando el ovillo que llevaba en la cintura. El laberinto era interminable... De pronto, cuando le parecía que llevaba días andando, escuchó muy cerca el murmullo de la respiración del monstruo. Entonces, respiró hondo y, muerto de miedo, corrió hacia él. Y tan de sorpresa atacó al Minotauro, y tanta suerte tuvo, que lo venció. Luego volvió guiándose con el hilo hasta la puerta del laberinto y liberó a sus compañeros. Allí, el rey Minos tuvo que dejarlo ir.
Así fue como Atenas fue liberada por el audaz Teseo.
Sin embargo, cuentan los que saben que la historia no termina allí. Porque Teseo no volvió solo a su ciudad. Ahora, Ariadna lo acompaña.
Sin embargo, cuentan los que saben que la historia no termina allí. Porque Teseo no volvió solo a su ciudad. Ahora, Ariadna lo acompaña.
Furque (Versión del mito de Teseo)
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