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martes, 28 de julio de 2015

 Leyenda

SILVA LA SIESTA


   ¡Qué calor insoportable! Me hace acordar a la tarde en que se lo llevaron a Bruno. Estuvo un día entero sin aparecer, la tía estaba como loca. Yo sabía qué le había pasado, y los demás también, pero nadie se animaba a decirlo. Esto fue como hace treinta años, cuando vivíamos en Misiones, al lado del río Iguazú.
   A Bruno le faltaban cinco días para cumplir cinco años y siempre quería frascos para guardar bichos. Tenía una colección de insectos del monte, que atrapaba a la hora de la siesta. Todas las tardes, la tía le decía que estaba podrida de tanto bicherío, y que se metiera en la cama, porque si no lo iba agarrar el Jay-Jareté. Y así fue.
   Una tarde salió a cazar avispas Caomatí, a pesar de que el típico silbido sonaba mas fuerte que de costumbre. Esperó a que todos se durmieran y escapó para el monte. Pienso ahora que el Jasí lo llamaba con su silbido. Llegó la noche y Bruno no volvió.
 Recorrimos la zona con linternas y desesperación. Cada vez que podía, yo dejaba un montoncito de tabaco para que el Jasí se contentara mascándolo y nos devolviera a Bruno.
   Lo encontré yo al día siguiente, estaba todo enredado en ramas y tenía hojas en el pelo que parecían pegadas con saliva. Vi huellas que venían del Norte, así que para ese lado se había ido el desgraciado.    Todos saben que el Jasí es un rubio bonito pero tiene los pies al revés. Bruno estaba como atontado y solo se acordaba del brillo de un bastón dorado. ¡Que calor insoportable, las cosas que me hace decir!

Leyenda popular, versión de Tatiana Lara Israeloff y Violeta Hadassi.

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